domingo, 20 de octubre de 2013

“NUESTRAS RAZONES POR MARCEL, NUESTROS HORIZONTES POR EL PUEBLO”



Doris Gonzales; Movimiento de Pobladores Ukamau
Jorge Peña Maturana, presidente Sindicato SITECO
Carla Amtmann Fecci,  Universidad Popular de Valparaíso

En pocas semanas estaremos expectantes, con nuestras libretas de notas en distintos puntos del país, revisando el conteo de las votaciones presidenciales, parlamentarias y de CORE. A treinta días de esta importante jornada y pese a la vorágine de las labores que cada uno debe realizar, cabe preguntarnos ¿qué es lo que esperamos de este proceso?

Para ello y en primer lugar, cabe afirmar que no somos de los que nos sumamos al proceso electoral, y al movimiento “Todos a la Moneda” y creen que no importan los resultados electorales que se obtengan. Cada uno de nosotros ha resuelto apoyar este proceso abiertamente, nos hemos involucrado directamente en él y junto a nuestras organizaciones nos hemos puesto al servicio de esta batalla. Y lo hacemos asumiendo que en este plano de la lucha política, los porcentajes obtenidos son relevantes e involucrarse en esta contienda implica no eludir la cruzada de los votos.

Sabemos que debemos lograr una votación significativa que nos referencie y permita comenzar a configurarnos como un tercer polo o expresión de fuerza política, hacia la izquierda del espectro actual. Aportar en la reconstrucción de un bloque anticapitalista contra hegemónico que logre retomar la senda de conquistas populares en nuestro país. Esa fuerza histórica que tuvo Chile, que alcanzó un gobierno popular, pero que a sangre y fuego fue derrocada, y que a pesar de haber combatido heroicamente la dictadura, al sufrir una nueva derrota política comenzó una dura y compleja dispersión. Situación general que sólo en estos últimos años se ha podido ir superando efectivamente, sobre todo por las luchas desatadas en el país y por el vacío político dejado por los sectores tradicionales de la izquierda que cada vez están más hermanados con las fuerzas neoliberales.

Es por ello que estamos en este movimiento por la fuerza que aquí se ha desplegado, por el potencial programático, por la disputa amplia y abierta que estamos haciendo para conquistar el sentido común actual de las masas, hoy hegemonizadas por los dueños del poder. Ahí -y no en otra cosa o persona- está nuestra fidelidad plena con este proceso electoral. Por ello, nos interesa entonces lo que obtengamos; nos interesa posicionarnos como una fuerza que con vocación de unidad y de poder, y con un proyecto de cambios profundos a la sociedad actual, logre instalarse en el escenario nacional.

Nos parece clave superar en el actual marco electoral el margen obtenido anteriormente por la izquierda agrupada en el “Juntos Podemos Más”, y además destronar hoy a sectores que desde un ambiguo progresismo ocupan un supuesto rol de alternativa. Es por ello que en estas cortas semanas debemos desplegar con aún más fuerza nuestras capacidades, entendiendo que nuestro potencial electoral radica por sobretodo en el despliegue de los comandos locales, en el activismo voluntario que miles han estado dispuestos a desarrollar por el país durante este tiempo. Son los voluntarios a lo largo de Chile la columna vertebral de este movimiento, y son los comandos locales el corazón que bombea y activa nuestra fuerza real. Es ahí donde debemos estar, desplegar nuestras capacidades, y proyectar el futuro.

Pero a su vez, tampoco somos de los que estamos trabajando sólo por los resultados electorales. Para constituirnos como alternativa política real, debemos lograr una articulación profunda desde la izquierda e ir acortando la distancia entre las plataformas y construcciones políticas y los espacios de inserción y construcción social, y eso no es resultado únicamente de una elección. Debemos construir puentes que unan nuestras distintas realidades y que en ello vayamos proyectando un espacio organizativo que pueda superar la coyuntura electoral y acumular verdaderamente lo desplegado estos meses.

Nuestro verdadero triunfo lo mediremos después del 17 de noviembre, en la medida que seamos capaces o no, de continuar con el impulso que el movimiento “Todos a la Moneda” ha tenido, logrando mantener y seguir desarrollando trabajos locales y sectoriales con cada vez más fuerza, manteniendo la diversidad orgánica y política dentro de él, proyectando una construcción para los siguientes años.

No es tarea fácil, y sabemos que no podremos pedirle a este Movimiento más de lo que puede dar. Unidad orgánica se ve un imposible aún, y dicha debilidad solo podrá ser resuelta por la coordinación política entorno a la defensa e impulso del programa construido. Otro intento de unidad política –más profunda en lo ideológico y orgánico- nos impondría el ritmo de las discusiones y no el de la urgencia de la realidad, peligrando volver nuevamente al margen de la historia. Por su parte, la unidad en los ámbitos sociales, locales y sectoriales solo será en la medida que las fuerzas se encuentren y articulen en los diversos espacios, sin ello solo serian articulaciones de papel.  No obstante todo lo anterior, obtener y mantener aquello ya será un gran avance. Y sus debilidades -o lo que aun este movimiento no puede entregar-, no deberá implicar renuncia a su construcción. Hemos de buscar también otros espacios y plataformas para hacerlo.

A su vez, tampoco somos de los que nos hemos sumado a esta campaña  por mero efecto -o fenómeno- generado por Marcel Claude. Ciertamente es nuestro candidato a presidente, tiene nuestro respaldo y nuestro respeto, ya  que la pasión y entrega puesta por él a este proyecto colectivo es algo que día a día impulsa a cientos de miles a volver a creer en una sociedad de derechos. Hoy este gran proyecto se encarna en la figura de nuestro candidato, pero no perdemos de vista que su continuidad radicará sólo en la fuerza colectiva que podamos desplegar mañana. Por ello nuestro compromiso y fidelidad final no es con él, sino que con el horizonte y alternativa que estamos forjando.

Cada uno de nosotros ha de ser una herramienta a disposición de este proceso de reconfiguración de las fuerzas de izquierda, donde hoy la centralidad no está puesta aún en quiénes han de ser los líderes de esta parte de la historia -dicho veredicto no lo hace más que el pueblo en la lucha misma- sino en cómo somos capaces de levantar una construcción verdaderamente colectiva, enraizada efectivamente en las masas populares y trabajadoras, y que sea consecuentemente capaz de aglutinar los ejes programáticos y las proyecciones de una gran trayectoria de luchadores sociales y fuerzas militantes que por años han ido construyendo aisladamente, pero que hoy gracias a todo este proceso han podido encontrarse y proyectarse en conjunto. Es por ello que será clave la proyección del movimiento “Todos a la Moneda”, pero por sobre todo, será crucial la unidad que logremos desplegar entre quienes siempre debimos haber caminado juntos, pero que por distintas situaciones y complejidades de nuestros espacios y de la lucha en general, antes no lo pudimos desarrollar con fuerza.

Somos de los que nos hemos fraguado en el centro de la lucha político-social de estas últimas décadas, de los que hemos trabajado codo a codo con nuestra gente en torno a demandas reivindicativas que rápidamente permiten dar los saltos a miradas y cambios estructurales. Somos de los que en el centro de estas batallas, no hemos renunciado a la lucha antiimperialista, latinoamericanista y al socialismo. Pero somos también de los que entendemos que no podemos emprender dichos desafíos, y menos alcanzar la victoria, sino es con todo un pueblo dispuesto a luchar por ello también. Al haberlo entendido y asumido así, hoy uno de nuestros principales campos de batalla son esos pequeños centímetros cuadrados en la mente y el corazón de las grandes mayorías populares y trabajadoras. La necesaria conquista del sentido común del pueblo, que tras décadas comienza a perspectivar posibilidades urgentes de cambio, es una ardua batalla que no terminará este 17 de noviembre, sino que comenzará a vivir una nueva y trascendental etapa.

Estamos frente a un importante ciclo político, y dentro de él, en el inicio de un nuevo momento histórico para nuestro país. Así lo hemos entendido desde nuestros distintos espacios de lucha, y para enfrentarlo debemos por sobre todo, entregar nuestros esfuerzos en la construcción de una nueva alternativa.

Alternativa que con esos horizontes de lucha, esté por sobretodo sustentada en la fuerza social y política de un pueblo dispuesto a defender lo que es justo. Con ejes programáticos que estén articulados en torno a la recuperación de nuestros derechos sociales, de nuestros bienes naturales y por las conquistas democráticas que tanto necesitamos. Con dicho programa avanzar -como ya lo hemos hecho, pero ahora con mayor fuerza e impulso- en la organización y movilización de los sectores claves como lo son los estudiantes, los trabajadores y los sectores poblacionales, buscar apoyo en profesionales honestos y en una cada vez mayor franja de intelectuales que encaminan sus miradas y estudios en una lucha común con la nuestra. Levantar más espacios genuinos de organización y fortalecerlos desde la izquierda -Centros de Estudiantes, Federaciones, Centros Culturales; Juntas Vecinales; Comités de Vivienda, Sindicatos, etc.- y disponernos en unidad a luchar por las demandas sentidas, urgentes y necesarias.

Queremos forjar una alternativa que hable de cara a los problemas y al pueblo, y no sólo a la izquierda misma. Que tenga capacidad de enraizarse, desplegarse y difundirse efectivamente en las masas. Que dispute ideas y programa de manera seria. Que mire al futuro, pero tenga también respuestas concretas para el presente. Que no se atrinchere en el margen o en las franjas sociales propias, sino que se decida a enfrentar unitariamente el centro de los problemas actuales, y dispute todos los espacios en los que se desarrollan. Una alternativa que logre sumar a cada vez más, y que en ese proceso, logre multiplicar sus fuerzas.

Queremos a propósito de este proceso electoral, en el cual debemos lograr los cometidos expuestos, alcanzar a su vez un proceso de construcción unitaria entre quienes comprendemos que la lucha es ardua, que no son los procesos electorales los que marcan el ritmo de nuestro trabajo, sino que la algidez de la lucha de clases, y el necesario trabajo por una correlación de fuerzas favorables para la conquista de un nuevo país.

Aún tenemos importantes déficits. Sabemos que todavía no hay fuerza orgánica suficiente que sostenga a nivel nacional todo lo que se ha ido levantando con la voluntad, y espontaneidad incluso, de miles que queremos sumarnos a este impulso de construcción. Eso nos ha traído problemas y ha desnudado nuestras debilidades. No tenemos aún los recursos requeridos ni los tiempos humanos necesarios. Aún sobra panfleto y falta estudio, análisis y debate serio para perfilar nuestros proyectos. Muchas veces lo individual se sobrepone a lo colectivo, y eso sin duda nos hace daño. Pero aquellas son limitaciones históricas que siempre a la izquierda le ha tocado y seguirá tocando enfrentar, y que sólo las ha podido revertir cuando las tareas de largo aliento las ha asumido con los pies bien puestos en el presente, con las condiciones reales que se poseen y con una ética revolucionaria cada vez más aprehendida. Sólo así se aprovecha el potencial de ser mayoría activa, con un objetivo claro y con disposición de fuerza para alcanzarlo. 

Volviendo a lo inicial, sabemos que en gran medida nuestros votos tienen el potencial de valer el doble. Es un voto activo, que sabe que la tarea no termina, sino que comienza el 17 de noviembre, y que por tanto, son los próximos años los que se vuelven decisivos. ¿Qué hay entonces después de Marcel, e incluso después de Roxana? como algunos ya se han ido preguntando. Nuestra respuesta al menos, es que mucho más que lo que puedan hacer, querer o impulsar dichas figuras, después debe necesariamente haber un impulso político, social y orgánico unitario que nos permita proyectar las luchas por un programa justo y cada vez más sentido por las grandes mayorías de este país. Un esfuerzo que progresivamente nos permita ir forjando la columna vertebral, ahora no de una campaña, sino que de un proyecto histórico.

No estamos ad-portas aun de los grandes y decisivos triunfos de la historia de nuestro pueblo, pero cada día nos acercamos. Y podremos acortar cada vez más la distancia si logramos, tras esta pequeña batalla electoral, impulsar con más fuerza nuestras capacidades políticas y sociales, ya no desde una izquierda que habla desde el margen y a sí misma, sino que desde una fuerza que al asumirse revolucionaria, se pensó como gobierno, y que para tal propósito está decidida a seguir levantándose y alcanzar dicho cometido.  



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