Cuando el primer ser humano surgió sobre la
tierra, tras darse cuenta de su existencia corporal, buscó la forma de
satisfacer sus necesidades más elementales. Una de estas necesidades fue la de
buscar cobijo en algún lugar seguro y cómodo para protegerse de la lluvia, el
viento, el sol y los peligros de la noche, un espacio en donde poder dormir resguardado,
almacenar los alimentos, etc. Un techo, un suelo, una vivienda, un espacio, un
hogar. La propia imagen de los primeros seres humanos los vincula, antes que
todo, a la vivienda. No hay “hombre de las cavernas” sin una caverna para
habitar.
Pero este elemento tan vital para el
desarrollo del ser humano, hoy se ha convertido no sólo en un negocio sino que
también en un privilegio para unos pocos. Mientras un puñado de familias vive
en sus lujosas y extensas propiedades, la mayoría de nosotros, los que
pertenecemos al 98% de la población que no somos dueños de ningún banco, multitienda
o empresa, ni llevamos ningún apellido pomposo, nos vemos privados de un
espacio, de un suelo, de un techo y de un lugar en la ciudad. Con viviendas de
pésima calidad, hacinados y siendo dueños de nada, es posible que el hombre las
cavernas haya tenido más espacio y dignidad que la que nosotros tenemos en las
cajas de fósforo a las que llaman viviendas sociales.
Nuestra dignidad se ve pisoteada cotidianamente
cuando no tenemos casa. Y la verdad es que no podemos sino indignarnos y sentir
rabia cuando vivimos tres familias en una casa de dos piezas y un baño, cuando
una familia entera debe compartir una cama, cuando nuestros hijos, hermanos,
nietos o nosotros mismos no tenemos un espacio propio para estudiar, ver
televisión o simplemente para descansar, cuando no tenemos un lugar intimo para
tener relaciones o desvestirnos tranquilamente para cambiarnos de ropa, cuando
tenemos que hacer fila para poder entrar al baño, cuando tenemos que soportar
las malas caras de quienes nos reciben como allegados o cuando el hacinamiento
hace que un estornudo baste para enfermar a varias familias al mismo tiempo. La
vida es dura, sobretodo cuando el arriendo de una casa nos consume más de la
mitad del sueldo; si no tenemos a un familiar que nos acoja como allegados, estamos
condenados. Al dolor de cabeza que produce el tener que pensar en la casa, se
suma una tremenda jaqueca cuando llega la cuenta de la luz, del agua, del gas,
del teléfono, cuando hay que pensar en los gastos en el supermercado o en la
feria, en los útiles escolares y en el montón de dinero que gastamos en
locomoción. Claro, y es que no sólo la vivienda es un negocio en manos de unos
pocos, sino que también todos los servicios sociales que se privatizaron en
este país para beneficiar a los dueños del poder y la riqueza de este país.
Esos mismos que son dueños de las constructoras e inmobiliarias, los que manejan
la Cámara Chilena de la Construcción y definen las políticas del Ministerio de
Vivienda. Esos que viven en mansiones y son dueños de extensos terrenos, aunque
pensándolo bien, son dueños del país entero.
¿Cómo no sentir rabia entonces cuando unos
pocos viven con lujos y privilegios mientras la mayoría de nosotros apenas nos alcanza
para llegar a fin de mes? Todos hemos sentido ese resentimiento, pero la mayoría
de las veces se desvanece rápido, con la ayuda siempre presente de los medios
de comunicación, que con sus realitys, farándula, desinformación y cultura de
consumo, nos mantienen atentos a mundos irreales de los que siempre estaremos
excluidos. Así, finalmente, terminamos aceptando los sentidos comunes que nos
han impuesto y que dicen que nuestra situación de pobreza se debe a que somos
flojos, tontos o a que nos hace falta emprendimiento. Pero si pensáramos esta
idea más detenidamente deberíamos cuestionarnos que si somos tan tontos, tan
flojos y tan pocos emprendedores, la mayoría de nosotros no trabajaría más de
10 horas al día haciendo funcionar al país. Son los flojos y tontos
trabajadores chilenos los que extraemos los recursos naturales de los que vive
el modelo económico, los que mantenemos funcionando los centros comerciales,
los que transportamos las mercancías, los que manejamos el transporte público,
los que construimos los edificios y cuidamos a los hijos de los ricos. O sea, finalmente
somos los que producimos y mantenemos todo, recibiendo a cambio unas cuantas
migajas, mientras unos pocos lucran con nuestro sudor cotidiano. ¿Cómo no
volver a sentir rabia entonces frente a esta injusticia?
Nuestra indignación interna lucha constantemente
con el conformismo que nos han impuesto desde pequeños. El “esto está mal hay
que hacer algo” pelea contra el “mejor dejémoslo así, nada podrá cambiar”; lamentablemente
tiende a primar la segunda alternativa, pero, a veces, los deseos de justicia y
de libertad pueden más y se da ese paso de valentía para atreverse a actuar. Y
ese paso es el que te lleva a pasar de la resignación de no tener casa a
atreverte a integrar un comité de vivienda y luchar por un techo.
Cuando comenzamos a organizarnos partimos con
una gran necesidad, muchas ganas pero poca experiencia. Éramos un puñado de
personas que quería luchar por una vivienda no sólo para nosotros, sino para
todos nuestros vecinos. Al principio, tímidamente invitamos a nuestros amigos y
familiares más cercanos, luego la voz se fue corriendo y a las reuniones
comenzó a ir más y más gente. De 10 personas, se pasó a 20, luego a 40, luego a
60 y ya no había espacio físico para recibir a más gente y fue necesario crear
un segundo comité (y luego un tercero y un cuarto… hasta llegar las cerca de 10
asambleas que tenemos hoy en día). La necesidad de casa es tan grande en
nuestras poblaciones, que ya muchos se atreven a dar ese paso y organizarse.
Desde un principio nos planteamos que
nuestras futuras viviendas debían estar en nuestra propia comuna. En la comuna
que nuestros abuelos, padres y nosotros mismos hemos construido a lo largo de
una historia de tomas de terreno, ocupaciones y lucha; en la comuna en donde están
nuestros familiares, amigos y nuestras redes. No queríamos ser expulsados de nuestra
comuna para ir a parar a la periferia de la ciudad, en donde quedamos lejos de
nuestros trabajos, familia, amigos y en donde no hay servicios sociales. Pero queríamos
quedarnos en la comuna para construir algo distinto, no para replicar las malas
experiencias de barrios desintegrados, aislados, fragmentados y conflictos, en
donde los vecinos no se conocen, no se relacionan entre si, no se organizan ni
participan, dándole vía libre a la delincuencia, al narcotráfico, a la
violencia entre vecinos y al abuso de los poderosos. No, nosotros queríamos un
barrio distinto y es por esto que el eje central de nuestra lucha iba a estar
puesto en la participación, en la organización propia y en el empoderamiento de
la comunidad.
A nuestras ganas y deseos debimos sumarle una
estrategia, pues, en el estado actual de las cosas, materialmente las casas no
se construyen de sueños, requieren de un suelo sobre el cual levantarse,
requieren ser construidas y las familias necesitan de los dineros necesarios
para adquirir el terreno y pagar la construcción. Nuestro plan fue entonces
poner primero el énfasis en conseguir el terreno, luego en conseguir los
subsidios y finalmente materializar la construcción de las viviendas.
Con esta estrategia, comenzamos a buscar un
terreno, hasta encontrar un enorme paño abandonado. Pero, antes de dar la lucha
por el terreno, necesitábamos no sólo informarnos más sino también generar las
condiciones, la fuerza, la capacidad, la voluntad y los recursos necesarios
para dar esta pelea. Y, como nuestro énfasis iba a estar en la participación y
en la autoorganización, nos propusimos
dar otro paso adelante y desarrollar actividades de autofinanciamiento y salir
a las calles a marchar para sacarnos el miedo a caminar por nuestros propios
pasajes y avenidas e informarle a todos nuestros vecinos que nuestra lucha por
la casa iba en serio. La venta de pescado frito con ensalada y papas a nuestros
vecinos y un bingo, nos dieron los primeros recursos para funcionar y poder
solventar fotocopias, corcheteras, carpetas y otros elementos que comenzaron a
ser cada vez más necesarios en la medida en que la gente seguía llegando e iban
aumentando el número de comités. Pero aun nos faltaba saltar la valla y
comenzar a movilizarnos. La ocasión llegaría con el primer aniversario del
terremoto del 27 de febrero.
Un año sin reconstrucción y la dura realidad
de los damnificados fue suficiente para que el Movimiento por la Reconstrucción
Justa y la Federación Nacional de Pobladores convocasen a manifestaciones
durante el primer aniversario del terremoto. Como naciente organización
decidimos sumarnos a las manifestaciones y junto a otras organizaciones
colocamos lienzos y una mediagua frente al mismo Palacio de la Moneda. Para
muchos de nuestros vecinos era la primera vez que participaban de algo así. Había
temor a caer detenidos y ser golpeados ya que la presencia policial era
excesiva, muchos estaban dubitativos, pero, a pesar de todo, nuestros vecinos se
mantuvieron ahí y enfrentaron sus temores. La acción fue una inyección de
energía importante para todos y con los ánimos encendidos participamos de la
marcha de los trabajadores el primero de mayo junto a la Federación Nacional de
Pobladores. Esta vez, con más gente y con los sonidos de la batucada Tambor
Rebelde, caminamos junto a trabajadores y estudiantes y nos dimos a conocer al resto
de las organizaciones en lucha, a las cuales mostramos nuestra disposición a
caminar juntos en una lucha común como pueblo pobre.
Esta marcha, fue una nueva inyección de ánimo
y nos atrevimos a dar otro paso, a simple vista más fácil, pero en el fondo
mucho más importante y difícil: marchar por nuestras propias poblaciones. Un
bingo fue la excusa para caminar por las calles de nuestra población. El obstáculo
a vencer no era el miedo a la represión ni a caer detenidos, sino que era la
vergüenza del “que dirán” nuestros vecinos, de que nuestros pies tocaran de
otra forma las calles y pasajes por los que habíamos transitado desde siempre.
Pero si habíamos decido dar esta lucha, era necesario que todos nuestros
vecinos se enterasen, de que todo el mundo viera que ahora las calles volverían
a ser nuestras y de que se tenían que acostumbrar a vernos movilizados. La
marcha fue un éxito y partir de ese primer impulso no pararíamos, con más
confianza volveríamos el 21 de mayo a manifestarnos luego de realizar una asamblea
en donde analizamos el nefasto discurso presidencial de Sebastián Piñera;
partimos nuevamente al centro de Santiago a marchar a la Plaza de Armas en dos oportunidades
en rechazo a las políticas
habitacionales del Ministerio de Vivienda; recorrimos las calles de tres
poblaciones para invitar a nuestros vecinos a sumarse a la lucha y realizamos
uno de los carnavales con carros alegóricos más grandes que se haya realizado
en la comuna; marchamos durante el día del niño, realizamos nuestra propia
fonda popular el 18 de septiembre, salimos a cacerolear junto a los estudiantes
y con toda la fuerza acumulada realizamos la marcha más grande que haya visto
la comuna, cuando más de mil pobladores salimos a marchar durante el paro
nacional del 24 de agosto. Así, cada actividad, cada evento, los transformamos
en un espacio de participación de las familias y de esta forma fuimos perdiendo
el miedo, aumentamos la confianza en nosotros mismos y en nuestros pares, nos
acostumbramos a apoderarnos de nuestros propios espacios locales y comenzamos
de a poco a construir desde ya un nuevo barrio.
Esas manifestaciones y actividades nos fueron
consolidando y expandiendo como grupo y nos sentamos a discutir la necesidad de
desarrollar planteamientos que fuesen mas allá de la lucha por la vivienda,
construyendo una mirada de ciudad y de sociedad distinta que la expresamos en
nuestra propia plataforma de lucha. Densificar la ciudad sin hacinar, reclamar
el derecho a que las familias se queden en sus comunas de origen, luchar por
una vivienda gratuita y digna para todo el pueblo chileno garantizadas a través
de una Ley General de Vivienda, refertilizar las periferias, hacer un uso
racional de los espacio, sacar a la industria ociosa de las zonas céntricas de
la ciudad, la necesidad de una Empresa Nacional de la Construcción que levante
viviendas para el pueblo y elimine el lucro inmobiliario, apoyas las luchas de
los estudiantes, trabajadores y el pueblo en su conjunto por recuperar nuestros
derechos y recursos naturales, etc., fueron algunas de las prepuestas desarrolladas.
En ese momento, ya habíamos dejado de ser la suma de comités para
transformarnos en un verdadero Movimiento de Pobladores, en el actor social más
importante de Estación Central.
En este proceso, nuestras luchas más
importantes y significativas las daríamos en el marco de la estrategia definida
para conseguir nuestro objetivo habitacional. Una vez definido el terreno que queríamos,
decidimos desarrollar un bosquejo de proyecto habitacional, para ello un grupo
de jóvenes profesionales, surgidos de poblaciones como las nuestras, nos
ayudaron a diseñar una propuesta que se enriqueció con los aportes de las
familias. Paso siguiente fue presentar la propuesta a las autoridades
correspondientes para luego ir en busca del apoyo de los principales actores
involucrados en el terreno: el municipio y los dueños del terreno. Aquí es
donde comenzaron a surgir piedras en el camino pues ambos se negaron a
recibirnos en primera instancia. Entonces fue necesario hacer uso de nuestra
capacidad de movilización y con cientos de pobladores nos tomamos el municipio
y unas semanas después la Estación Central de Ferrocarriles. El fruto de ambas
acciones fueron reuniones en donde se materializaron avances y compromisos de
parte de estos actores para avanzar en que los terrenos pedidos por los
pobladores se construyesen viviendas sociales para resolver los graves
problemas de carencia habitacional existentes en la comuna.
Mientras avanzábamos respecto al terreno, no podíamos
hacer vista gorda a la heroica lucha que daban los estudiantes por el derecho a
la educación. Nuestros hijos, hermanos, nietos, sobrinos, vecinos y amigos
estaban en toma, estaban en las marchas y pedían nuestra solidaridad así que
decidimos dársela. El 24 de agosto, a las 7 de la madrugada, cientos de
pobladores nos tomamos la Alameda con General Velásquez interrumpiendo el tránsito
por varias horas, atrayendo las miradas de toda la prensa a nivel nacional. Los
nervios de muchos se nosotros eran evidentes, ya que una cosa es marchar por el
Paseo Ahumada o por nuestros pasajes, pero otra muy diferente es bloquear la
principal artería del país en horario punta. Pero nuestro pueblo es valiente y
con lienzos y nuestros cuerpos paramos el tránsito vehicular. Fuerzas
Especiales de Carabineros llegó a “dialogar” con nuestros dirigentes y,
mientras nos pedían calma, comenzaron a llover las lacrimógenas. Muchos pensamos
que muchos vecinos se atemorizarían pero todo lo contrario: volvieron con más
fuerza a las calles y vecinas, esas mismas que hasta hace algunos meses no se
interesaban por la política y su vida consistía en dedicarse a las tareas del
hogar, ahora desafiaban a Carabineros tomándose las calles.
Tras llegar la prensa y ser filmados durante
bastante tiempo, nos retiramos a nuestras poblaciones en donde la alegría se
apoderó de todos cuando vimos por televisión las imágenes y el éxito de nuestra
protesta. Es por esto que cuando el Ministerio de Vivienda quiso aumentar el
ahorro de las familias de 10 a 30 UF para obtener una vivienda social, no la
pensamos dos veces y nos volvimos a tomar la Alameda, lo que sumado a otras
manifestaciones realizadas por organizaciones pertenecientes a la Federación Nacional de Pobladores, se
logró revertir esta medida. Íbamos sorteando escollos gracias a la lucha, pero
aún el camino estaba lleno de dificultades.
Nuestras familias con mucho esfuerzo
avanzaban en completar sus ahorros pero la Ficha de Protección Social injusta e
inexplicablemente subía y subía sus puntajes dejándolas fuera de toda posibilidad
de postulación, no sólo a la vivienda sino al resto de los beneficios sociales.
La situación era urgente y la Federación Nacional de Pobladores, en su rama de
allegados, deudores habitacionales y damnificados, decidió actuar. Así, en diciembre
y enero se desarrollaron masivos bloqueos en diversos puntos de Santiago y en
varias ciudades del país. Nosotros volvimos a la Alameda pero con más fuerzas.
Nos dimos cuenta de que la presión la ejercíamos más que tomándonos un
ministerio o marchando por el centro de Santiago, cuando bloqueábamos las rutas
y actuábamos allí donde las pobres de la ciudad son más fuertes: en nuestros
territorios 8en los mismos en donde se combatió contra la Dictadura). Y esto
porque uno de los pilares del funcionamiento de la economía capitalista es
asegurar un rápido y expedito flujo de las mercancías. Y cuando nosotros
bloqueamos las rutas y carreteras precisamente lo que hacemos es interrumpir
este flujo, causándoles millones de pesos en pérdidas a los dueños del poder y
la riqueza, sobretodo cuando impedimos que circule la mercancía más importante
para el sistema: la clase trabajadora. La consigna fue entonces: si ellos nos
quieren hacer daño, si ellos nos quieren dejar fuera de los beneficios,
entonces nosotros les haremos daño a ellos afectando directamente a su
bolsillo.
Nos tomamos entonces nuevamente la Alameda en
dos oportunidades, con jóvenes de nuestras poblaciones realizando bloqueos simultáneos
en Las Rejas, la Autopista del Sol y General Velásquez. La enorme fuerza
desplegada por la Federación, sumado al trabajo de análisis y de desarrollo de
propuestas respecto a la Ficha, nos permitieron conquistar el congelamiento de
los puntajes para todo el pueblo chileno e iniciar un proceso de revisión para
bajar los puntajes de aquellas familias que injustamente sufrieron alzas. El
triunfo fue enorme y provocó una gran alegría en las familias.
Sin embargo, ahora que la Ficha ya no era un
problema surgió otro inconveniente igual de grave: la imposibilidad de postular
a subsidios por la inexistencia de un Decreto para la vivienda social. 8 meses
sin política para la vivienda social, 8 meses de promesas de un Decreto, 8
meses de espera en donde se nos decía que mejor postuláramos como “clase media”,
o sea, que nos endeudarnos para poder obtener una casa prestada hasta que devolviésemos
el dineros a los bancos o instituciones crediticias. 8 meses que fueron suficientes
para que la paciencia se nos agotara y dijésemos BASTA!. Nuevamente salimos a
la calle, nos tomamos la Alameda y se bloqueó con barricadas la Autopista del
Sol. La conmoción generada obligó a las autoridades a pronunciarse y a apurar
el proceso d aprobación. El resultado: una semana después se aprobaba el Decreto
49. Una política que no nos satisface, que en muchos puntos representa un
retroceso en materia habitacional, pero que es mejor tenerla antes que exista
un vacío legal que deje a todo el pueblo pobre fuera de la posibilidad de
acceder a una vivienda.
“Luchando avanza el pueblo” y “la lucha da lo
que la ley niega”, son frases presentes en nuestros lienzos y que señalan una
gran verdad: es a través de la lucha, de la organización y de la unidad de los
pobladores como hemos ido obteniendo avances. Hoy avanzamos a paso firme en
conseguir un terreno para vivir, logrando el apoyo de todos los actores
involucrados. Ahora, como indicaba nuestra estrategia, damos paso a la lucha
por el subsidio y posteriormente la daremos por la construcción de nuestras
viviendas, quedándonos aún un largo trecho por recorrer. Pero no sólo nuestro proyecto
ha avanzado. Los lazos entre los vecinos, la unidad, la solidaridad entre nosotros
y el desarrollo de nuestras capacidades de toma de decisiones se han ido fortaleciendo
con cada marcha, con cada asamblea, con cada actividad, con cada discusión, con
cada sonrisa y cada desacuerdo. Fruto de este avance en la conciencia de que el
poder está en nuestras manos es que realizamos nuestro Primer Congreso de
Pobladores. Tras participar en un Encuentro de Allegados en La Florida y en el
encuentro nacional de la Federación Nacional de Pobladores en Dichato,
realizamos nuestro primer ejercicio de soberanía popular. Durante varias horas
cientos de familias discutimos las reglas y acuerdos que nos regirán como
vecinos en el futuro barrio. Debatiendo desde temas como la tenencia de
mascotas, los ruidos molestos y la necesidad de áreas verdes, hasta cómo
afrontar el problema del narcotráfico, la violencia intrafamiliar y el
alcoholismo, dimos el primer paso para constituir un barrio basado en nuestras
propias reglas, un verdadero ejercicio de Poder Popular.
En poco tiempo hemos logrado grandes
triunfos, sobretodo en despertar a un pueblo que parecía dormido. Vecinos y
vecinas que antes no se interesaban por nada, que jamás hubiesen pensado
siquiera en ir a una marcha o hablar en público, que vivían encerradas en sus
casas viendo la teleserie o preocupados sólo del trabajo, ahora son los más entusiastas,
los primeros en estar en la calle, los que más hablan en las asambleas y los
que mas impregnados están de nuestro proyecto, que no es sólo por una casa sino
que a estas alturas es por transformar a la sociedad en su conjunto.
Cuando el primer ser humano piso la tierra,
buscó un espacio para refugiarse, para sobrevivir, para no morir. De las
cavernas pasó a edificar chozas y después casas y luego, de las chozas y las
casas fue desalojado. Hoy, los hombres y mujeres de los barrios populares
luchamos por un espacio para vivir, para crecer, para construir, para sonreír
y, sobretodo, para tener un lugar desde el cual cambiarlo todo y recuperar lo
que nos pertenece.
Aun nos queda mucho camino por recorrer,
tanto en lo referente a nuestro proyecto como en seguir educándonos y creando
una conciencia y un mundo distinto. Pero estamos seguros de que si seguimos en
este mismo camino lograremos grandes triunfos y podremos colocar la dignidad de
los sin casa tan alta como la cordillera de los Andes. Ya no somos los mismos que
hace un año, ahora somos parte de esa masa anónima y taciturna que empieza a entrar
definitivamente en su propia historia, ahora tenemos más fuerza, tenemos más valor,
estamos más unidos, concientes y dispuestos a dar la pelea y, sobretodo,
tenemos una herramienta para luchar. Y esta herramienta tiene nombre y apellido:
Movimiento de Pobladores Ukamau.
Movimiento de Pobladores Ukamau
Mayo 2012
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