viernes, 11 de mayo de 2012

NACIMOS PARA VENCER. Notas para la historia del Movimiento de Pobladores Ukamau




Cuando el primer ser humano surgió sobre la tierra, tras darse cuenta de su existencia corporal, buscó la forma de satisfacer sus necesidades más elementales. Una de estas necesidades fue la de buscar cobijo en algún lugar seguro y cómodo para protegerse de la lluvia, el viento, el sol y los peligros de la noche, un espacio en donde poder dormir resguardado, almacenar los alimentos, etc. Un techo, un suelo, una vivienda, un espacio, un hogar. La propia imagen de los primeros seres humanos los vincula, antes que todo, a la vivienda. No hay “hombre de las cavernas” sin una caverna para habitar.

Pero este elemento tan vital para el desarrollo del ser humano, hoy se ha convertido no sólo en un negocio sino que también en un privilegio para unos pocos. Mientras un puñado de familias vive en sus lujosas y extensas propiedades, la mayoría de nosotros, los que pertenecemos al 98% de la población que no somos dueños de ningún banco, multitienda o empresa, ni llevamos ningún apellido pomposo, nos vemos privados de un espacio, de un suelo, de un techo y de un lugar en la ciudad. Con viviendas de pésima calidad, hacinados y siendo dueños de nada, es posible que el hombre las cavernas haya tenido más espacio y dignidad que la que nosotros tenemos en las cajas de fósforo a las que llaman viviendas sociales.

Nuestra dignidad se ve pisoteada cotidianamente cuando no tenemos casa. Y la verdad es que no podemos sino indignarnos y sentir rabia cuando vivimos tres familias en una casa de dos piezas y un baño, cuando una familia entera debe compartir una cama, cuando nuestros hijos, hermanos, nietos o nosotros mismos no tenemos un espacio propio para estudiar, ver televisión o simplemente para descansar, cuando no tenemos un lugar intimo para tener relaciones o desvestirnos tranquilamente para cambiarnos de ropa, cuando tenemos que hacer fila para poder entrar al baño, cuando tenemos que soportar las malas caras de quienes nos reciben como allegados o cuando el hacinamiento hace que un estornudo baste para enfermar a varias familias al mismo tiempo. La vida es dura, sobretodo cuando el arriendo de una casa nos consume más de la mitad del sueldo; si no tenemos a un familiar que nos acoja como allegados, estamos condenados. Al dolor de cabeza que produce el tener que pensar en la casa, se suma una tremenda jaqueca cuando llega la cuenta de la luz, del agua, del gas, del teléfono, cuando hay que pensar en los gastos en el supermercado o en la feria, en los útiles escolares y en el montón de dinero que gastamos en locomoción. Claro, y es que no sólo la vivienda es un negocio en manos de unos pocos, sino que también todos los servicios sociales que se privatizaron en este país para beneficiar a los dueños del poder y la riqueza de este país. Esos mismos que son dueños de las constructoras e inmobiliarias, los que manejan la Cámara Chilena de la Construcción y definen las políticas del Ministerio de Vivienda. Esos que viven en mansiones y son dueños de extensos terrenos, aunque pensándolo bien, son dueños del país entero.


¿Cómo no sentir rabia entonces cuando unos pocos viven con lujos y privilegios mientras la mayoría de nosotros apenas nos alcanza para llegar a fin de mes? Todos hemos sentido ese resentimiento, pero la mayoría de las veces se desvanece rápido, con la ayuda siempre presente de los medios de comunicación, que con sus realitys, farándula, desinformación y cultura de consumo, nos mantienen atentos a mundos irreales de los que siempre estaremos excluidos. Así, finalmente, terminamos aceptando los sentidos comunes que nos han impuesto y que dicen que nuestra situación de pobreza se debe a que somos flojos, tontos o a que nos hace falta emprendimiento. Pero si pensáramos esta idea más detenidamente deberíamos cuestionarnos que si somos tan tontos, tan flojos y tan pocos emprendedores, la mayoría de nosotros no trabajaría más de 10 horas al día haciendo funcionar al país. Son los flojos y tontos trabajadores chilenos los que extraemos los recursos naturales de los que vive el modelo económico, los que mantenemos funcionando los centros comerciales, los que transportamos las mercancías, los que manejamos el transporte público, los que construimos los edificios y cuidamos a los hijos de los ricos. O sea, finalmente somos los que producimos y mantenemos todo, recibiendo a cambio unas cuantas migajas, mientras unos pocos lucran con nuestro sudor cotidiano. ¿Cómo no volver a sentir rabia entonces frente a esta injusticia?

Nuestra indignación interna lucha constantemente con el conformismo que nos han impuesto desde pequeños. El “esto está mal hay que hacer algo” pelea contra el “mejor dejémoslo así, nada podrá cambiar”; lamentablemente tiende a primar la segunda alternativa, pero, a veces, los deseos de justicia y de libertad pueden más y se da ese paso de valentía para atreverse a actuar. Y ese paso es el que te lleva a pasar de la resignación de no tener casa a atreverte a integrar un comité de vivienda y luchar por un techo.

Cuando comenzamos a organizarnos partimos con una gran necesidad, muchas ganas pero poca experiencia. Éramos un puñado de personas que quería luchar por una vivienda no sólo para nosotros, sino para todos nuestros vecinos. Al principio, tímidamente invitamos a nuestros amigos y familiares más cercanos, luego la voz se fue corriendo y a las reuniones comenzó a ir más y más gente. De 10 personas, se pasó a 20, luego a 40, luego a 60 y ya no había espacio físico para recibir a más gente y fue necesario crear un segundo comité (y luego un tercero y un cuarto… hasta llegar las cerca de 10 asambleas que tenemos hoy en día). La necesidad de casa es tan grande en nuestras poblaciones, que ya muchos se atreven a dar ese paso y organizarse.

Desde un principio nos planteamos que nuestras futuras viviendas debían estar en nuestra propia comuna. En la comuna que nuestros abuelos, padres y nosotros mismos hemos construido a lo largo de una historia de tomas de terreno, ocupaciones y lucha; en la comuna en donde están nuestros familiares, amigos y nuestras redes. No queríamos ser expulsados de nuestra comuna para ir a parar a la periferia de la ciudad, en donde quedamos lejos de nuestros trabajos, familia, amigos y en donde no hay servicios sociales. Pero queríamos quedarnos en la comuna para construir algo distinto, no para replicar las malas experiencias de barrios desintegrados, aislados, fragmentados y conflictos, en donde los vecinos no se conocen, no se relacionan entre si, no se organizan ni participan, dándole vía libre a la delincuencia, al narcotráfico, a la violencia entre vecinos y al abuso de los poderosos. No, nosotros queríamos un barrio distinto y es por esto que el eje central de nuestra lucha iba a estar puesto en la participación, en la organización propia y en el empoderamiento de la comunidad.

A nuestras ganas y deseos debimos sumarle una estrategia, pues, en el estado actual de las cosas, materialmente las casas no se construyen de sueños, requieren de un suelo sobre el cual levantarse, requieren ser construidas y las familias necesitan de los dineros necesarios para adquirir el terreno y pagar la construcción. Nuestro plan fue entonces poner primero el énfasis en conseguir el terreno, luego en conseguir los subsidios y finalmente materializar la construcción de las viviendas.

Con esta estrategia, comenzamos a buscar un terreno, hasta encontrar un enorme paño abandonado. Pero, antes de dar la lucha por el terreno, necesitábamos no sólo informarnos más sino también generar las condiciones, la fuerza, la capacidad, la voluntad y los recursos necesarios para dar esta pelea. Y, como nuestro énfasis iba a estar en la participación y en  la autoorganización, nos propusimos dar otro paso adelante y desarrollar actividades de autofinanciamiento y salir a las calles a marchar para sacarnos el miedo a caminar por nuestros propios pasajes y avenidas e informarle a todos nuestros vecinos que nuestra lucha por la casa iba en serio. La venta de pescado frito con ensalada y papas a nuestros vecinos y un bingo, nos dieron los primeros recursos para funcionar y poder solventar fotocopias, corcheteras, carpetas y otros elementos que comenzaron a ser cada vez más necesarios en la medida en que la gente seguía llegando e iban aumentando el número de comités. Pero aun nos faltaba saltar la valla y comenzar a movilizarnos. La ocasión llegaría con el primer aniversario del terremoto del 27 de febrero.

Un año sin reconstrucción y la dura realidad de los damnificados fue suficiente para que el Movimiento por la Reconstrucción Justa y la Federación Nacional de Pobladores convocasen a manifestaciones durante el primer aniversario del terremoto. Como naciente organización decidimos sumarnos a las manifestaciones y junto a otras organizaciones colocamos lienzos y una mediagua frente al mismo Palacio de la Moneda. Para muchos de nuestros vecinos era la primera vez que participaban de algo así. Había temor a caer detenidos y ser golpeados ya que la presencia policial era excesiva, muchos estaban dubitativos, pero, a pesar de todo, nuestros vecinos se mantuvieron ahí y enfrentaron sus temores. La acción fue una inyección de energía importante para todos y con los ánimos encendidos participamos de la marcha de los trabajadores el primero de mayo junto a la Federación Nacional de Pobladores. Esta vez, con más gente y con los sonidos de la batucada Tambor Rebelde, caminamos junto a trabajadores y estudiantes y nos dimos a conocer al resto de las organizaciones en lucha, a las cuales mostramos nuestra disposición a caminar juntos en una lucha común como pueblo pobre.

Esta marcha, fue una nueva inyección de ánimo y nos atrevimos a dar otro paso, a simple vista más fácil, pero en el fondo mucho más importante y difícil: marchar por nuestras propias poblaciones. Un bingo fue la excusa para caminar por las calles de nuestra población. El obstáculo a vencer no era el miedo a la represión ni a caer detenidos, sino que era la vergüenza del “que dirán” nuestros vecinos, de que nuestros pies tocaran de otra forma las calles y pasajes por los que habíamos transitado desde siempre. Pero si habíamos decido dar esta lucha, era necesario que todos nuestros vecinos se enterasen, de que todo el mundo viera que ahora las calles volverían a ser nuestras y de que se tenían que acostumbrar a vernos movilizados. La marcha fue un éxito y partir de ese primer impulso no pararíamos, con más confianza volveríamos el 21 de mayo a manifestarnos luego de realizar una asamblea en donde analizamos el nefasto discurso presidencial de Sebastián Piñera; partimos nuevamente al centro de Santiago a marchar a la Plaza de Armas en dos oportunidades en rechazo a  las políticas habitacionales del Ministerio de Vivienda; recorrimos las calles de tres poblaciones para invitar a nuestros vecinos a sumarse a la lucha y realizamos uno de los carnavales con carros alegóricos más grandes que se haya realizado en la comuna; marchamos durante el día del niño, realizamos nuestra propia fonda popular el 18 de septiembre, salimos a cacerolear junto a los estudiantes y con toda la fuerza acumulada realizamos la marcha más grande que haya visto la comuna, cuando más de mil pobladores salimos a marchar durante el paro nacional del 24 de agosto. Así, cada actividad, cada evento, los transformamos en un espacio de participación de las familias y de esta forma fuimos perdiendo el miedo, aumentamos la confianza en nosotros mismos y en nuestros pares, nos acostumbramos a apoderarnos de nuestros propios espacios locales y comenzamos de a poco a construir desde ya un nuevo barrio.

Esas manifestaciones y actividades nos fueron consolidando y expandiendo como grupo y nos sentamos a discutir la necesidad de desarrollar planteamientos que fuesen mas allá de la lucha por la vivienda, construyendo una mirada de ciudad y de sociedad distinta que la expresamos en nuestra propia plataforma de lucha. Densificar la ciudad sin hacinar, reclamar el derecho a que las familias se queden en sus comunas de origen, luchar por una vivienda gratuita y digna para todo el pueblo chileno garantizadas a través de una Ley General de Vivienda, refertilizar las periferias, hacer un uso racional de los espacio, sacar a la industria ociosa de las zonas céntricas de la ciudad, la necesidad de una Empresa Nacional de la Construcción que levante viviendas para el pueblo y elimine el lucro inmobiliario, apoyas las luchas de los estudiantes, trabajadores y el pueblo en su conjunto por recuperar nuestros derechos y recursos naturales, etc., fueron algunas de las prepuestas desarrolladas. En ese momento, ya habíamos dejado de ser la suma de comités para transformarnos en un verdadero Movimiento de Pobladores, en el actor social más importante de Estación Central.



En este proceso, nuestras luchas más importantes y significativas las daríamos en el marco de la estrategia definida para conseguir nuestro objetivo habitacional. Una vez definido el terreno que queríamos, decidimos desarrollar un bosquejo de proyecto habitacional, para ello un grupo de jóvenes profesionales, surgidos de poblaciones como las nuestras, nos ayudaron a diseñar una propuesta que se enriqueció con los aportes de las familias. Paso siguiente fue presentar la propuesta a las autoridades correspondientes para luego ir en busca del apoyo de los principales actores involucrados en el terreno: el municipio y los dueños del terreno. Aquí es donde comenzaron a surgir piedras en el camino pues ambos se negaron a recibirnos en primera instancia. Entonces fue necesario hacer uso de nuestra capacidad de movilización y con cientos de pobladores nos tomamos el municipio y unas semanas después la Estación Central de Ferrocarriles. El fruto de ambas acciones fueron reuniones en donde se materializaron avances y compromisos de parte de estos actores para avanzar en que los terrenos pedidos por los pobladores se construyesen viviendas sociales para resolver los graves problemas de carencia habitacional existentes en la comuna.

Mientras avanzábamos respecto al terreno, no podíamos hacer vista gorda a la heroica lucha que daban los estudiantes por el derecho a la educación. Nuestros hijos, hermanos, nietos, sobrinos, vecinos y amigos estaban en toma, estaban en las marchas y pedían nuestra solidaridad así que decidimos dársela. El 24 de agosto, a las 7 de la madrugada, cientos de pobladores nos tomamos la Alameda con General Velásquez interrumpiendo el tránsito por varias horas, atrayendo las miradas de toda la prensa a nivel nacional. Los nervios de muchos se nosotros eran evidentes, ya que una cosa es marchar por el Paseo Ahumada o por nuestros pasajes, pero otra muy diferente es bloquear la principal artería del país en horario punta. Pero nuestro pueblo es valiente y con lienzos y nuestros cuerpos paramos el tránsito vehicular. Fuerzas Especiales de Carabineros llegó a “dialogar” con nuestros dirigentes y, mientras nos pedían calma, comenzaron a llover las lacrimógenas. Muchos pensamos que muchos vecinos se atemorizarían pero todo lo contrario: volvieron con más fuerza a las calles y vecinas, esas mismas que hasta hace algunos meses no se interesaban por la política y su vida consistía en dedicarse a las tareas del hogar, ahora desafiaban a Carabineros tomándose las calles.

Tras llegar la prensa y ser filmados durante bastante tiempo, nos retiramos a nuestras poblaciones en donde la alegría se apoderó de todos cuando vimos por televisión las imágenes y el éxito de nuestra protesta. Es por esto que cuando el Ministerio de Vivienda quiso aumentar el ahorro de las familias de 10 a 30 UF para obtener una vivienda social, no la pensamos dos veces y nos volvimos a tomar la Alameda, lo que sumado a otras manifestaciones realizadas por organizaciones pertenecientes  a la Federación Nacional de Pobladores, se logró revertir esta medida. Íbamos sorteando escollos gracias a la lucha, pero aún el camino estaba lleno de dificultades.

Nuestras familias con mucho esfuerzo avanzaban en completar sus ahorros pero la Ficha de Protección Social injusta e inexplicablemente subía y subía sus puntajes dejándolas fuera de toda posibilidad de postulación, no sólo a la vivienda sino al resto de los beneficios sociales. La situación era urgente y la Federación Nacional de Pobladores, en su rama de allegados, deudores habitacionales y damnificados, decidió actuar. Así, en diciembre y enero se desarrollaron masivos bloqueos en diversos puntos de Santiago y en varias ciudades del país. Nosotros volvimos a la Alameda pero con más fuerzas. Nos dimos cuenta de que la presión la ejercíamos más que tomándonos un ministerio o marchando por el centro de Santiago, cuando bloqueábamos las rutas y actuábamos allí donde las pobres de la ciudad son más fuertes: en nuestros territorios 8en los mismos en donde se combatió contra la Dictadura). Y esto porque uno de los pilares del funcionamiento de la economía capitalista es asegurar un rápido y expedito flujo de las mercancías. Y cuando nosotros bloqueamos las rutas y carreteras precisamente lo que hacemos es interrumpir este flujo, causándoles millones de pesos en pérdidas a los dueños del poder y la riqueza, sobretodo cuando impedimos que circule la mercancía más importante para el sistema: la clase trabajadora. La consigna fue entonces: si ellos nos quieren hacer daño, si ellos nos quieren dejar fuera de los beneficios, entonces nosotros les haremos daño a ellos afectando directamente a su bolsillo.

Nos tomamos entonces nuevamente la Alameda en dos oportunidades, con jóvenes de nuestras poblaciones realizando bloqueos simultáneos en Las Rejas, la Autopista del Sol y General Velásquez. La enorme fuerza desplegada por la Federación, sumado al trabajo de análisis y de desarrollo de propuestas respecto a la Ficha, nos permitieron conquistar el congelamiento de los puntajes para todo el pueblo chileno e iniciar un proceso de revisión para bajar los puntajes de aquellas familias que injustamente sufrieron alzas. El triunfo fue enorme y provocó una gran alegría en las familias.

Sin embargo, ahora que la Ficha ya no era un problema surgió otro inconveniente igual de grave: la imposibilidad de postular a subsidios por la inexistencia de un Decreto para la vivienda social. 8 meses sin política para la vivienda social, 8 meses de promesas de un Decreto, 8 meses de espera en donde se nos decía que mejor postuláramos como “clase media”, o sea, que nos endeudarnos para poder obtener una casa prestada hasta que devolviésemos el dineros a los bancos o instituciones crediticias. 8 meses que fueron suficientes para que la paciencia se nos agotara y dijésemos BASTA!. Nuevamente salimos a la calle, nos tomamos la Alameda y se bloqueó con barricadas la Autopista del Sol. La conmoción generada obligó a las autoridades a pronunciarse y a apurar el proceso d aprobación. El resultado: una semana después se aprobaba el Decreto 49. Una política que no nos satisface, que en muchos puntos representa un retroceso en materia habitacional, pero que es mejor tenerla antes que exista un vacío legal que deje a todo el pueblo pobre fuera de la posibilidad de acceder a una vivienda.

“Luchando avanza el pueblo” y “la lucha da lo que la ley niega”, son frases presentes en nuestros lienzos y que señalan una gran verdad: es a través de la lucha, de la organización y de la unidad de los pobladores como hemos ido obteniendo avances. Hoy avanzamos a paso firme en conseguir un terreno para vivir, logrando el apoyo de todos los actores involucrados. Ahora, como indicaba nuestra estrategia, damos paso a la lucha por el subsidio y posteriormente la daremos por la construcción de nuestras viviendas, quedándonos aún un largo trecho por recorrer. Pero no sólo nuestro proyecto ha avanzado. Los lazos entre los vecinos, la unidad, la solidaridad entre nosotros y el desarrollo de nuestras capacidades de toma de decisiones se han ido fortaleciendo con cada marcha, con cada asamblea, con cada actividad, con cada discusión, con cada sonrisa y cada desacuerdo. Fruto de este avance en la conciencia de que el poder está en nuestras manos es que realizamos nuestro Primer Congreso de Pobladores. Tras participar en un Encuentro de Allegados en La Florida y en el encuentro nacional de la Federación Nacional de Pobladores en Dichato, realizamos nuestro primer ejercicio de soberanía popular. Durante varias horas cientos de familias discutimos las reglas y acuerdos que nos regirán como vecinos en el futuro barrio. Debatiendo desde temas como la tenencia de mascotas, los ruidos molestos y la necesidad de áreas verdes, hasta cómo afrontar el problema del narcotráfico, la violencia intrafamiliar y el alcoholismo, dimos el primer paso para constituir un barrio basado en nuestras propias reglas, un verdadero ejercicio de Poder Popular.

En poco tiempo hemos logrado grandes triunfos, sobretodo en despertar a un pueblo que parecía dormido. Vecinos y vecinas que antes no se interesaban por nada, que jamás hubiesen pensado siquiera en ir a una marcha o hablar en público, que vivían encerradas en sus casas viendo la teleserie o preocupados sólo del trabajo, ahora son los más entusiastas, los primeros en estar en la calle, los que más hablan en las asambleas y los que mas impregnados están de nuestro proyecto, que no es sólo por una casa sino que a estas alturas es por transformar a la sociedad en su conjunto.

Cuando el primer ser humano piso la tierra, buscó un espacio para refugiarse, para sobrevivir, para no morir. De las cavernas pasó a edificar chozas y después casas y luego, de las chozas y las casas fue desalojado. Hoy, los hombres y mujeres de los barrios populares luchamos por un espacio para vivir, para crecer, para construir, para sonreír y, sobretodo, para tener un lugar desde el cual cambiarlo todo y recuperar lo que nos pertenece.

Aun nos queda mucho camino por recorrer, tanto en lo referente a nuestro proyecto como en seguir educándonos y creando una conciencia y un mundo distinto. Pero estamos seguros de que si seguimos en este mismo camino lograremos grandes triunfos y podremos colocar la dignidad de los sin casa tan alta como la cordillera de los Andes. Ya no somos los mismos que hace un año, ahora somos parte de esa masa anónima y taciturna que empieza a entrar definitivamente en su propia historia, ahora tenemos más fuerza, tenemos más valor, estamos más unidos, concientes y dispuestos a dar la pelea y, sobretodo, tenemos una herramienta para luchar. Y esta herramienta tiene nombre y apellido: Movimiento de Pobladores Ukamau.



Movimiento de Pobladores Ukamau
Mayo 2012

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